ANTÍPODAS
Por Juan Manuel Cambrón Soria
Hay preguntas que nadie en Palacio quiere contestar, pero flotan como olor a gasolina de huachicol mal tapada. ¿Renunció el fiscal Gertz Manero por decisión propia o lo renunciaron? por decirlo sutilmente. ¿Fue el hartazgo presidencial por los casos delicados que abordó en este sexenio, como el escándalo del director de Miss Universo, las pesquisas incómodas que rasparon a los hijos del ex presidente López Obrador, o el descubrimiento de la red huachicol fiscal que embarraba a personajes del más alto nivel cercanos al gobierno federal?
En la política no hay casualidades. Lo que vimos fue una salida administrada, programada para minimizar daños y maximizar la percepción, porque al buen entendedor el mensaje fue claro, el control político absoluto es del régimen.
Gertz que en un principio fue señalado como fiscal carnal, en el último año mostro dotes de independencia y ánimo de cumplir la constitución, particularmente en el apartado que dice que la fiscalía debe ser autónoma, pero eso se ve que no gustó y se convirtió en una molestia, en alguien incómodo y cuando alguien se vuelve estorbo, desde el régimen les recuerdan que las puertas también sirven para salir.
La Fiscalía General se diseñó para ser un contrapeso, no un accesorio decorativo del Ejecutivo, se construyó para ser una instancia que contribuyera a garantizar justicia; pero si la autonomía solo funciona para los discursos y no para las decisiones de fondo, entonces estamos frente a un cascarón institucional que cualquiera puede doblar con dos llamadas.
En el PRD insistimos desde siempre en una fiscalía realmente autónoma, con un titular que no deba favores ni responda a pulsos políticos. Lo dijimos cuando gobernaba el PAN de Calderón, lo criticamos cuando el PRI y Peña Nieto imponían procuradores y lo advertimos ahora, un régimen que busca una fiscalía a modo y un fiscal entre sus cuates no garantiza contrapesos, ni transparencia y menos un alcance en favor de los ciudadanos. Hoy, viendo los nombres que circulan para el relevo, cercanos todos al régimen y cómodos al ánimo presidencial, queda claro que se pretende instalar no a un fiscal de la República, sino a un fiscal del Ejecutivo.
Y esa figura, tan útil para el poder, es totalmente contraria a la visión histórica de la izquierda, visión que los mismos personajes que hoy son parte del gobierno compartieron y defendieron vehementemente en tribuna, se luchó por órganos autónomos fuertes, por equilibrio de poderes, por instituciones que no se arrodillan ante la voluntad del proyecto político en turno. Si el actual Senado y Morena imponen esta ruta, y seguro lo harán, no estaremos frente a un proceso de renovación, sino frente a una claudicación de los principios de la izquierda democrática. La fiscalía pasará de ser un instrumento debilitado a un instrumento obediente. Y eso, para cualquier país, es siempre el principio de una pendiente peligrosa.
La salida de Gertz no cierra un ciclo institucional. Abre otro: el de preguntarnos si tendremos justicia autónoma o justicia administrada, una fiscalía a modo, selecta y protectora para los amigos de Palacio, y dura e implacable con los adversarios. La respuesta, ya todos la sabemos.

