Ante los embates de la ultraderecha, la Presidenta Sheinbaum necesita sacar la escoria de su partido

Raúl Contreras Flores

La orquestada escalada de violencia, centrada por ahora en el estado de Michoacán, es un claro signo de que los opositores al gobierno de la autollamada Cuarta Transformación están dispuestos a llegar hasta donde sea necesario, cueste lo que cueste, para provocar el caos, temor e incertidumbre entre la población, con el objetivo de desacreditar las acciones estratégicas de la Presidenta Claudia Sheinbaum y su Gabinete de Seguridad, instrumentadas en el combate contra los grupos criminales; lo que derivaría en exhibir un pretendido escenario de “ingobernabilidad” y enseguida exigir la separación del cargo de la mandataria federal.

La pauta ha quedado marcada en los últimos 15 días con los arteros asesinatos del líder de los productores de limón, Bernardo Bravo Manríquez -tercer productor de cítricos ejecutado en menos de un año-; de Alejandro Torres Mora junto con su esposa Blanca “N” –éste, sobrino de Hipólito Mora Chávez, uno de los fundadores de las autodefensas en Michoacán, asesinado también en 2023-, caso en el que se han manejado versiones ambigüas y contradictorias; y, recientemente, el asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, ocurrido la noche del pasado 1 de noviembre en plena celebración del Día de Muertos.

Cierto es que todas las muertes duelen, los familiares y amigos de las personas fallecidas sufren por su ausencia eterna; por lo que, humanamente, no existe una muerte más o menos importante que otra. Esto viene a colación porque el ataque directo que acabó con la vida del edil uruapense, llama poderosamente la atención por la forma en que se comete, lo que lleva a analizar y comentar más a fondo este lamentable homicidio.

Un homicidio que no es simplemente uno más en la larga lista de los que a diario se cometen en todo el territorio nacional. Esta ejecución se dio en un día especial, en plena celebración del Día de Todos Santos, evento de gran tradición y cultura en el país, sin que importara que en esos solemnes momentos se encontraban reunidos cientos de personas de todas las edades, familias enteras, entre éstas la del fallecido alcalde. Y, como página arrancada de un cuento de horror, este fue el entorno elegido por los autores intelectuales del homicidio: mostrar primero ante el gentío ahí reunido, y después que se diera a conocer a nivel nacional y más allá de nuestras fronteras, la poderosa estructura organizativa que poseen los grupos criminales, la misma que les permite atacar sin miramiento alguno a instituciones públicas y a las fuerzas armadas del Estado mexicano.

Ante la reiterada exigencia de grupos de la ultraderecha encabezada por algunos empresarios y partidos opositores al gobierno morenista, de solicitar al presidente norteamericano apoyo y permitir la entrada de su fuerza pública a México para combatir a la delincuencia organizada, estos escenarios violentos generados en Michoacán han sido el pretexto ideal para tratar de acorralar a Sheinbaum Pardo y exigir su dimisión bajo el supuesto de un Estado “fallido”.

Una planeada e intensa campaña en contra de la presidenta morenista instrumentada desde la cúpula del poder económico –Claudio X. González-Ricardo Salinas Pliego- ligada a intereses extranjeros, sobre todo, de los Estados Unidos y España. En donde los medios de comunicación masivos, radio y televisión, junto con las redes sociales, han jugado un papel preponderante en los ataques y la desinformación.

Los avisos de la actitud injerencista del gobierno republicano en Latinoamérica están a la vista: Argentina, Bolivia, Perú, El Salvador, Ecuador y los amagos intervencionistas en los países de Cuba, Venezuela, Colombia y Nicaragua.

A este complicado panorama se enfrenta la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, quien también tiene que cargar con las confrontaciones, deslealtades y traiciones que se dan al interior de su partido, provocadas por las ambiciones de poder individuales y de grupo. Además de sufrir injustos reclamos a causa de los pésimos gobiernos ejercidos en los estados de Sinaloa, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Hidalgo y Tlaxcala. O bien, los escándalos en los que se han visto envueltos los legisladores Ricardo Monreal Ávila, Pedro Haces Barba, Adán Augusto López Hernández, Gerardo Fernández Noroña, Saúl Monreal Ávila y Sergio Gutiérrez Luna, entre otros. Ni qué decir de políticos de sus partidos “aliados”, cuyas dirigencias sólo aspiran a sacar buena raja política y económica. En todos estos casos, priva la conveniencia por encima de los ideales y los principios morales y éticos.

Difíciles los momentos por los que atraviesa la primera mujer presidenta del país, y, aunque duela reconocerlo, lejos del manto protector del expresidente Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum se encuentra cercada por la podredumbre de políticos ambiciosos que transitaron por otros partidos antes de llegar a Morena. Si a López Obrador éstos le dieron todo su apoyo y mostraron disciplina y “lealtad”, a la presidenta le escamotean su respaldo, contravienen sus propuestas legislativas y desacatan con cinismo las máximas obradoristas, como la austeridad republicana, ejercer el poder con humildad y el no mentir, no robar y no traicionar.

Quizá ahora no sea el momento adecuado, pero, sin duda, es necesario que en Morena se vaya desechando poco a poco toda la escoria que tanto daño le ha provocado en los últimos meses. El malestar en contra del partido guinda es cada vez mayor y sintomático en varias entidades, entre estas Tlaxcala.

Mientras tanto, Claudia Sheinbaum tendrá que apapachar y dar aún más certeza de buen gobierno a su pueblo, que alabar y consecuentar las tropelías de sus políticos, legisladores y gobernadores oportunistas y arribistas.