Fragmento cerámico arroja indicios de la presencia de grupos mixtecos en la Tlaxcala prehispánica

  • El estudio del vestigio se hizo en la sección de Investigación del Museo de Sitio de Ocotelulco, cuyo responsable es el arqueólogo Jesús Eduardo Contreras
  • Dicho objeto, proveniente de Tizatlán, indica que en este sitio hubo convivencia con gente del Valle de Oaxaca

Hasta hoy, se tiene la idea de una sociedad tlaxcalteca cerrada al resto de las culturas mesoamericanas, por el bloqueo que los mexicas les impusieron durante los últimos 60 años de vida prehispánica; sin embargo, un estudio reciente de la sección de Investigación del Museo de Sitio de Ocotelulco, en Tlaxcala, entorno a la cerámica polícroma tipo-códice del periodo Posclásico Tardío (1350-1521 d.C.), demuestra que esta tiene una fuerte influencia de la cultura mixteca.

Dicha hipótesis es planteada por el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), José Eduardo Contreras Martínez, como parte del análisis a diversas piezas de la colección del museo, quien da como ejemplos la figura de una mujer desnuda que nada al interior de una vasija de agua, dibujada en un fragmento cerámico del acervo, así como la pintura mural de la Zona Arqueológica de Tizatlán, Tlaxcala.

El arqueólogo dijo que el fragmento cerámico es de un cajete grande o apaxtle, hecho entre 1450 y 1500 d.C., el cual comparó con la pintura mural (Altar B) de Tizatlán, donde se observa la representación de una vasija en la que está sumergida una mujer, custodiada por un jaguar bípedo y un águila, y en la parte superior se hallan dioses de la lluvia, lo que da un carácter sagrado a la figura femenina.

En ambos casos, comenta el investigador del Centro INAH Tlaxcala, la mujer se muestra con extremidades ligeramente recogidas, una detrás de otra, y ostenta una actitud de movimiento en medio de una corriente de agua, delimitada por caracoles marinos. Se le ve con el cabello largo, discretos adornos de orejeras circulares, pectoral y ajorcas en los brazos, que aluden a nobleza y grandeza.

“Esta imagen femenina en contexto acuático la apreciamos en el Códice Nutall, documento de origen mixteco, en la sección que trata sobre la historia de Tilantongo y la genealogía de Teozacoalco. Por ejemplo, la ilustración de la página 16 divisa a la fémina dentro de la vasija/recipiente, con el cuerpo inclinado hacia abajo, con el brazo derecho flexionado hacia abajo y el otro extendido hacia arriba, con cuya mano sujeta las patas de un ser sobrenatural con cuerpo de águila bicéfala, la cual entre los picos abiertos alberga rostros humanos”, explicó.

La cabellera de la mujer cae a los lados del rostro, por lo que solo se aprecia uno de los senos y el otro está cubierto por el cabello. Su vientre tiene pequeños abultamientos, igual que en las imágenes tlaxcaltecas, y en la cabeza se apoya un gran caracol marino. A un costado de ella, dentro del recipiente con agua, hay dos personajes: enfrente, una mujer anciana sentada sobre un taburete con respaldo, al lado de un árbol; y detrás, un hombre de rostro y pies de color ocre y cuerpo negro.

Recordó que el caracol marino se relaciona con la matriz femenina y la fertilidad. El entorno acuático significa la limpieza-purificación de las heridas físicas y los malestares éticos que aquejaban a hombres y mujeres de las sociedades prehispánicas. Por otra parte, el águila era el ave valerosa por excelencia y representante del dios solar, la cual aparece en este manuscrito porque aludía a la idea que la mujer embarazada era semejante al águila: valerosa.

A decir del arqueólogo, el Códice Nutall fue pintado entre los siglos XIV y XV, periodo en que la imagen femenina fue reproducida también en Tlaxcala. Esta y otras representaciones se plasmaron en cerámica y pintura mural, probablemente, por gente de origen mixteco, que participó en la elaboración de conceptos de índole religioso e ideológico, adoptados por una sociedad tlaxcalteca abierta y receptiva.

“Los cuatro señoríos tlaxcaltecas (Tizatlán, Ocotelulco, Quiahuixtlán y Tepeticpac) habrían integrado a personas de otras partes de Mesoamérica. Es decir, hubo convivencia e intercambio cultural, gente mixteca que dejó su impronta en la cerámica y pintura mural”, anotó.

Concluyó que en pueblos de Tlaxcala, como Tizatlán, a la población foránea que llegó a radicar se le permitió introducir elementos de su cosmovisión, con el fin de renovar y fortalecer el sentido de pertenencia comunitaria tlaxcalteca. Esa interconexión promovió la cooperación con pueblos del Valle de Oaxaca, para superar problemas geográficos y políticos, así como abrir rutas de intercambio y saberes.