Raúl Contreras Flores
Contrario a los pronunciamientos que en reiteradas ocasiones ha hecho la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en el sentido de que se deben respetar los tiempos electorales que habrán de regir las próximas sucesiones gubernamentales, en Tlaxcala, igual que en otras entidades federativas, los aspirantes hacen a un lado el llamado presidencial y, de manera disfrazada, bajo cualquier pretexto llevan a cabo reuniones con militantes y simpatizantes del partido oficial.
El desacato a tal instrucción inicia desde la dirigencia estatal de Morena, cuya presidenta del Comité Ejecutivo Estatal (CEE), Marcela González Castillo, apuntala sin recato alguno las aspiraciones de su esposo, Alfonso Sánchez García, actual presidente municipal de Tlaxcala e hijo del exgobernador Alfonso Sánchez Anaya. En tanto que la reelegida senadora, Ana Lilia Rivera Rivera, no para desde hace ya varios años de llevar a cabo reuniones en gran parte del territorio tlaxcalteca, en busca de la anhelada candidatura que la lleve a la gubernatura del estado.
Dada la inexistencia de una oposición real, seria y propositiva en Tlaxcala; sin una oposición sólida y congruente que pudiera dar férrea batalla a los morenistas, hipotéticamente estas serían las dos cartas más fuertes del partido en el poder que podrán retener la silla principal del Palacio de Gobierno. Aunque no se descarta que la también ex diputada plurinominal, Marcela González, sea empujada de último momento con el apoyo del binomio Cuéllar Cisneros-Sánchez Anaya. Los intereses por cuidar son demasiados, por lo que deben tener varios planes.
No obstante, y quizá como mero efecto distractor, han salido a la luz pública los impresentables Homero Meneses Hernández, Raymundo Vázquez Conchas y Josefina Rodríguez Zamora, quienes de manera abierta o velada han manifestado sus intenciones de obtener la candidatura morenista. Personajes grises, opacos en su desempeño como funcionarios públicos, con señalamientos graves en su contra; sin carrera política, alejados de la militancia y nada empáticos con la base social. Y, en el caso de la secretaria de Turismo federal, se acusa que ésta habría incurrido en actitudes racistas y clasistas durante su desempeño como titular de la dependencia estatal del mismo ramo. Aunque, probablemente lo único que buscan es mantener o mejorar sus posiciones dentro de las estructuras de poder para satisfacer sus insanos apetitos personales o de grupo.
De los nombres aquí citados, sólo Ana Lilia Rivera está fuera de los grupos caciquiles tlaxcaltecas, a la que se ha sumado en estos últimos días el ex dirigente estatal del partido guinda, hoy titular del Fomtlax, Carlos Augusto Pérez Hernández. Ex diputado federal que también ya asomó la cabeza para hacerse visible entre la militancia y simpatizantes del partido fundado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Aunque forma parte de la administración lorenista, se presume que el también exdiputado local al sentirse relegado del primer círculo de poder, optó ir por la libre en busca de la candidatura con el apoyo de líderes de la cúpula morenista nacional.
A diferencia de los cinco arribistas antes citados, en los casos de Ana Lilia Rivera Rivera y Carlos Augusto Pérez Hernández, sí hay carrera política, trabajo de campo con la militancia, simpatizantes y base social. También han participado en procesos electorales en los que han salido triunfadores y, por lo tanto, tienen experiencia legislativa, tanto a nivel local como federal. Si bien, no son los mejores, podría decirse que son los menos “malos”.
Así que la contienda para retener la gubernatura no será en contra de la oposición, sino que será una cruenta lucha intestina en las filas de Morena Tlaxcala. Por un lado, los grupos caciquiles, dinásticos, las familias de siempre; por el otro, políticos emanados desde abajo, sin linajes heredados, sin padrinazgos, ni madrinazgos.
El proceso electoral 2027 en los hechos ya inició en Tlaxcala, a pesar de los llamados de la Presidenta Sheinbaum de no adelantar los tiempos. Por tanto, es tiempo de reflexión para poder corregir el rumbo de Tlaxcala con el voto que se habrá de emitir en el 2027.
Lo más importante es no volver a equivocarse a la hora de elegir al candidato morenista porque, al no existir oposición, éste va a llegar a gobernar Tlaxcala.